Comentario
La necesidad de salvaguardar sus intereses, sin poner en peligro su política de neutralidad, llevó al Reino Unido a adoptar una política de aislamiento de la que empezaría a salir en la década de los años treinta con la presencia del vizconde Palmerston en el Foreign Office (1830-1841 y 1846-1851). Palmerston dio el tono de la política exterior británica durante un largo periodo de tiempo, introduciendo en ella fuertes dosis de imaginación y oportunismo.La edificación de un nuevo imperio colonial se hizo en consonancia con los intereses comerciales librecambistas, a la vez que con la voluntad de realizar una tarea colonizadora en los territorios ocupados. A esas directrices habría que añadir un impulso evangelizador que respondía a los sentimientos humanitarios tan característicos del periodo.Las bases del desarrollo colonial británico fueron las posesiones de Canadá e India y los objetivos fueron muchas veces la ocupación de puntos estratégicos que aseguraran las rutas de comunicación hacia los territorios principales. Ese es el caso de la ocupación de las islas Malvinas (1833), que protegían el acceso al cabo de Hornos, o la ocupación de Aden (1839), que significaba el control del mar Rojo.En Canadá se pusieron en marcha medidas de autonomía administrativa en 1839 (Durham Report), como consecuencia de los levantamientos de dos años antes. Esto llevó a la unión de las dos provincias canadienses en 1840 y a la concesión de un gobierno responsable en 1847.En la India se continúa el proceso de sumisión completa del territorio con la ocupación del reino Sind (1843) y del Punjab (1849). Es también la época de la penetración en China. La primera guerra del opio (1839-1842) fue realizada en favor de los intereses mercantiles británicos y permitió la ocupación de Canton y Shanghai, por las que se exigieron rescates. El tratado de Nanking (1842) significó la entrega de Hong-Kong a los británicos y la apertura de cinco puertos chinos al comercio. El conflicto ha quedado como un modelo de guerra inicua.La ocupación de Natal (1843) intensificó la emigración hacia la colonia de El Cabo, en detrimento de la población boer, que resultó desplazada.En Oceanía, finalmente, la soberanía británica sobre Nueva Zelanda fue declarada en 1840, mientras que el descubrimiento de minas de oro en Victoria (1851) hizo aumentar el interés por el continente australiano.El Reino Unido aparecía ya a mediados de siglo como una potencia universal como pareció demostrar la inauguración, en mayo de 1851, de la Gran Exposición de los productos industriales de todas las naciones en el Hyde Park de Londres. Era una iniciativa en la que participó activamente el príncipe Alberto, y el Crystal Palace, construido por Joseph Paxton, recibió más de 6.000.000 de visitantes durante los cinco meses que permaneció abierta. Los ingleses, que viajaban a Londres en los nuevos ferrocarriles para visitar la Exposición, salían convencidos de que comenzaban a vivir una época de esplendor después de los turbulentos años anteriores. La reina fue una de las más entusiastas con el acontecimiento, ya que visitaría la exposición treinta y cuatro veces.Pocos años antes, en 1848, G. B. Macaulay había comenzado a publicar su Historia de Inglaterra y, en uno de los primeros capítulos, había dejado constancia de la convicción de progreso y armonía social que embargaba a muchos de los ingleses de mediados de siglo. "Mientras más cuidadosamente examinamos la historia del pasado, más razones encontraremos para disentir de quienes piensan que nuestra era está llena de horrores. La verdad es que los horrores pertenecen, salvo escasas excepciones, al pasado... Mientras más estudiemos los acontecimientos del pasado, más nos alegraremos de vivir en una venturosa época en la que se aborrece la crueldad, y en la que el castigo, aunque sea merecido, se inflige con repugnancia y por sentido del deber. Todas las clases se han beneficiado considerablemente de este cambio moral, pero la clase que ha ganado más ha sido la más pobre, la menos independiente, y la más necesitada de ayuda".